Cap. 1 "Fuga Nocturna"

Era una noche oscura. Todo se encontraba en calma y en silencio, y la única iluminación provenía de la luna y de las auroras boreales que destellaban en brillantes colores verde y amarillo sobre el castillo del reino de Arendelle. Donde comienza nuestra historia, de una leyenda que perduró a lo largo de los siglos, fue contada de muchas maneras, pero esta es la auténtica, la historia sobre una reina y una bestia.

En una de las habitaciones del castillo, había dos niñas durmiendo en sus camas; la mayor estaba acurrucada en sus mantas durmiendo plácidamente, soñando legeramente y sintiendo la tranquilidad de la noche. Su pelo recogido por una trenza era blanco como la nieve, y su piel era pálida pero hermosa centelleando a la luz de la luna. Llevaba un pijama azul con una cinta azul en el pelo.

- ¡Elsa! ¡Pssss!- susurró alguien - ¡Elsa!-

Era Anna, la hermana menor de Elsa. La niña era quizás un par de años más joven, y tenía el pelo rojo y los mismos ojos azules que los de Elsa, aunque no tan radiantes, y su bella piel estaba moteada con un par de pecas en la nariz y en las mejillas y llevaba un adorable vestido amarillo. Se subió a la cama de su hermana y se puso de rodillas sobre ella.

- ¡Elsa! Despierta, despierta, despierta,- decía Anna saltando sobre ella y agitándole los hombros.

- Anna, vuélvete a dormir- se quejó Elsa, apartándose de su hermana menor.

Anna suspiró, irritada - No puedo, Elsa- dijo quejándose al yacer sobre su hermana. “El cielo está despierto, y yo estoy despierta

- ¡Así que tenemos que jugar!-

-Pues juega tu sola- respondió Elsa empujando a su hermana. Anna aterrizó en el suelo sobre su trasero y frunció el ceño; pensó durante un momento sobre cómo conseguir que su hermana jugara… entonces se le ocurrió algo y sonrió. Se volvió subir a la cama de su hermana y se acercó a ella, abriendo forzosamente un ojo.

- ¿Hacemos un muñeco de nieve?- le preguntó, con una luz tentadora centelleando en sus ojos.

Elsa abrió los ojos y no pudo evitar sonreír.

# # #

Elsa y Anna corrían por los pasillos silenciosamente mientras reían. Pasaron al lado de una ventana abierta que era lo bastante grande para que se sentaran la dos juntas, Anna se paró a mirar por ella, se subió de un salto a una banqueta y se asomó al exterior nocturno. Vio un pequeño pueblo enclavado en un lago, y al lado de ese lago, había una solitaria cima, era enorme y famosa también: Erebor, la Montaña Solitaria, que perteneció a una civilización de enanos hace mucho tiempo.

Elsa se puso al lado de su hermana, mirando a Anna y después asomarse sobre su hombro para mirar fuera de la ventana con el fin de ver lo que fuera que ella estuviera mirando fijamente. Y entonces sus ojos se posaron en la Montaña. Elsa recordaba cuando su padre les contaba historias sobre la Montaña Solitaria, Erebor, con los enanos trabajando en las minas, buscando piedras preciosas, gemas, oro y joyas que fluían como ríos a través de la piedra. Anna le dio a Elsa una pícara sonrisa, y Elsa supo lo que Anna estaba pensando.

- Vamos a la montaña- susurró emocionada Anna.

- Anna, tenemos prohibido acercarnos a la montaña- dijo Elsa con un impresión temerosa hacia la solitaria cima.

- Pero, Elsa- gimoteó Anna. - ¡Esta es nuestra oportunidad de tener una aventura!-

- Pero no quiero que nos metamos en líos- murmuró Elsa, frotándose incómodamente las manos, Elsa contemplaba el mundo más allá de la ventana, anhelándolo, pero sabía que eso estaba prohibido para ella. Mirando sus manos, la sobrecogió el miedo de tener que salir allá fuera… Elsa había nacido con magia, una magia que le permitía controlar el hielo y la nieve, era como una encarnación del invierno. Pero nadie sabía cómo podría controlar sus poderes, por lo que Elsa había sido obligada por sus padres a mantener su magia en secreto desde que había sido muy pequeña. Todo el mundo le tenía miedo por su magia; todo el mundo, excepto Anna.

Anna agarró la muñeca de Elsa y la llevó a la ventana mientras la abría suavemente.

- Tranquila, Elsa- dijo Anna. - Estaremos bien, no nos pasará nada-

- Espero- murmuró Elsa

# # #

Finalmente Elsa y Anna consiguieron salir del castillo y dirigirse a la montaña. Allí, el primer destino era la Ciudad del Lago, el mercado todavía seguía en marcha, pero no estaba tan ajetreado como durante el día. Elsa recordó cómo todo el mundo se inclinaría ante sus padres, incluso ante ella y Anna. Anna y Elsa gatearon, escondiéndose detrás de unos barriles al lado del puesto de un comerciante. Ambas se asomaron y vieron a dos hombres colocando barriles en un bote en el muelle.

- Tengo una idea, Anna- susurró Elsa. - Nos meteremos en esos barriles para cruzar el lago, y luego pasaremos por Dale para llegar a la Montaña-

“Vale,” susurró Anna, sus ojos iluminándose con la emoción.

Mientras los hombres se ocupaban de los barriles, Elsa y Anna se metieron en un uno juntas, escondiéndose y permaneciendo calladas. Sintieron el movimiento del barril y Anna jadeó pero Elsa le hizo callar. Podían sentir como el hombre se esforzaba por llevar el barril hasta el bote con el peso de las dos niñas. Pero pronto llegaron al bote al haber un gran "bump". Elsa y Anna se quedaron ahí sentadas esperando y preparándose para ir a la montaña.

# # #

El viaje era lento, era tranquilo al menos, pero estaba empezando a hacer frío para Anna; a Elsa no le molestaba, ya que su poder la hacía inmune al frío. Anna estaba descansando siendo sostenida por Elsa, mientras esta miraba hacia arriba para ver la luna llena. Pensaba que la luna estaba preciosa; le traía alegría y felicidad, siempre que estaba nerviosa ella la miraba y brillaba radiante para que ella sonriera. Pero en ese momento, hubo un golpe seco en el bote. Elsa jadeó al escuchar a los hombres hablar, sonó como que habían tocado tierra. Elsa agitó suavemente a Anna.

- Anna- susurró Elsa.

- ¿Qué?- gimió Anna.

- Vamos, hemos llegado- dijo Elsa.

- ¡OH, SÍ! ¡LA MONTAÑA!- gritó Anna de repente, bien despierta al levantarse.

Elsa le chistó, asegurándose de que los hombres del bote no la habían oído. Escuchaban a los hombres hablar preguntándose qué había sido ese ruido. Las dos niñas se mantuvieron en silencio mirando hacia arriba desde el barril en el que estaban escondidas. Escucharon el pasos de las botas acercándose más y más. Después de eso volvieron a oír a los hombres hablar de nuevo, olvidándose del ruido que habían oído. Ambas suspiraron aliviadas de que estaban a salvo. Pero entonces, sintieron el desplazamiento del barril y sintieron un gran golpe seco. Estaban en tierra firme, Anna miró a través del agujero del barril y vio la montaña. Estaba muy emocionada, estaban tan cerca. Elsa miró a los hombres ocupados recogiendo las cuerdas de su bote, agarró el brazo de Anna y la ayudó a salir del barril.

- ¡Elsa, estamos tan unidas!- le susurró su hermana.

“Puede que demasiado unidas,” murmuró Elsa entre dientes mientras las dos se escabullían fuera de la vista de los barqueros y corrían en dirección a la ciudad de Dale.

# # #

Elsa y Anna miraban detrás de un embalaje viendo a un par de personas caminando por la calle, algunas estaban hablando o la mayoría estaban en la taberna. ¿Cómo iban a pasar a través a toda esa gente? Anna estaba a punto de salir pero Elsa la agarró.

- Anna, no podemos ir por ahí- susurró Elsa.

- ¿Por qué no?- preguntó Anna.- No van a hacernos daño-

- No, pero nos llevarán a casa si nos pillan- le explicó Elsa.

- Oh…- Anna miró hacia la gente frunciendo el ceño.

Elsa miró a su alrededor y vio unas capas colgando desde un tendedero fuera de la taberna, las cogió y le puso una a Anna y otra a sí misma. Anna formó una gran sonrisa ya que estaba muy contenta de que iban a llegar pronto.

- Venga, vamos a la montaña- le sonrió Elsa.-

# # #

Elsa miraba la montaña de Erebor, era mucho más grande de cerca. Estaba asombrada simplemente de cómo estuvo manteniendo tantísimas piedras preciosas y joyas en su interior. Anna corría hacia la montaña riendo y saltando de un lado a otro, sonriendo y juntando sus manos. Elsa sonreía, ladeando la cabeza mientras caminaba hacia su hermana. Anna miró hacia Elsa y otra vez a la montaña.

- ¡¿No es increíble, Elsa?!- gritó Anna, incapaz de contener su emoción.

- Sí… lo es- dijo Elsa, su voz llena de asombro mientras contemplaba la enorme montaña.

- Vamos,” dijo Anna- Casi hemos llegado-

Elsa caminaba detrás de su hermana dirigiéndose hacia las puertas mientras admiraban la entrada. Las historias que su padre solía contarles hablaban de una enorme puerta en la parte delantera de la montaña, pero las puertas estaban selladas y no podían encontrar ninguna apertura.

- ¿Dónde está la puerta?- preguntó Anna.

- No lo sé…- dijo Elsa.

- HEMOS VENIDO AQUÍ PARA NADA- chilló Anna, con lágrimas a punto de caer en sus ojos.

- Sshhhh, Anna- dijo Elsa. - No levantes la voz-

- Lo siento- Murmuró Anna, jugueteando con los dedos.

Elsa caminó hacia la puerta poniendo una mano en donde pensaría que habría una entrada. Levantó la mirada frente a enorme puerta frente ella; respiró hondo, cerrando los ojos mientras se concentraba en la puerta, y encontró… una rendija, Elsa abrió los ojos y Anna se quedó mirando con admiración... había una pequeña puerta abierta para ellas. Anna reía mientras corría al lado de su hermana mirándola y después a la puerta.

- ¿Cómo has hecho eso?- preguntó Anna.

- No lo sé... y-yo solo pensaba en una puerta- explicó Elsa, completamente perpleja al contemplar lo que había hecho.

- Bueno, ha funcionado- le sonrió Anna a Elsa. - ¡Venga, vamos a hacer un muñeco de nieve!-

Anna corrió hacia el interior y Elsa la siguió, corriendo tras su hermana, las dos reían recorriendo los salones mientras extendían los brazos como si estuvieran jugando a los aves. Continuaban corriendo, riendo, dando vueltas alrededor de cada columna, persiguiéndose mutuamente y riendo más y más. Pero pronto, salieron de la sala de la entrada y vieron una enorme silla, era reluciente como la piedra caliza. Anna corrió hacia ella hasta sentir su áspera textura bajo sus diminutos dedos y la miró con curiosidad.

- ¿Este es el trono del rey?- preguntó Anna a su hermana.

- Creo que sí- respondió Elsa. - Es donde se sentaba el rey Thrór-

- Guau- susurró Anna esforzándose por subirse al trono; consiguiendo por fin subirse a él se puso de pie en el asiento e hinchó su pecho con orgullo - ¡Yo soy el Rey Bajo la Montaña!- bramó.

Elsa se rió y le hizo una reverencia a su hermana. Anna se rió saltando del trono y se parándose frente a Elsa.

- ¡Vamos, haz la magia!- reía Anna, sonriendo de oreja a oreja mientras le mostraba sus brillantes ojos a Elsa. - ¡Por favor, por favor, por favor!-

Elsa sonreía mientras movía sus manos en círculos, y como si de la nada, apareció una bola entre sus manos que parecía como si estuviera hecha de nieve. Anna se quedó maravillada al ver como Elsa creaba la bola de nieve.

- ¿Preparada?- preguntó Elsa.

Anna asintió mientras observaba. Finalmente Elsa lanzó la mágica bola de nieve hacia arriba en el aire. A la altura de su arco, la bola de nieve explotó y se convirtió en un millar de copos de nieve que llovían suavemente sobre las dos niñas.

- ¡ES INCREÍBLE!- gritaba Anna mientras corría en círculos y reía.

- Fíjate- sonrió Elsa. En ese momento piso el suelo con su pie y el hielo de repente surgió de debajo de la suela su zapato, serpenteando mientras se extendía por el suelo. Mientras veía a Anna deslizándose lentamente alejándose de ella, Elsa por fin se permitió relajarse al pensar que esto no era tan malo después de todo; tal vez no habría ningún problema esta noche y llegarían a casa a tiempo antes del amanecer. Pero se equivocaba, y esta relación con su hermana llegaría a su fin.

# # #

En algún lugar en las profundidades de la montaña, había una gigantesca y vasta cámara llena de enormes cantidades de tesoros. Montículos y montículos de oro por todas partes, con gemas, joyas, rubíes, cristales, todo lo que la mente podía considerar que era precioso y de valor. Este tesoro perteneció al clan de los Enanos, o así fue antaño. Tal vez Elsa y Anna deberían haberse preguntado por qué la Montaña estaba abandonada cuando llegaron. Es debido a que algo les arrebató su tesoro y su hogar a los Enanos. No, no por Orcos, Anna y Elsa estarían a estas alturas de ser así. Tampoco por Elfos, pues estos vivían en los bosques. Pero solo había una criatura temible que sería tan poderosa como para arrebatarles todo su reino a los enanos.

Smaug, la más importante de las calamidades, el enorme dragón rojo que había destruido Dale y había tomado Erebor. Sus poderosas garras y dientes habían rebanado y golpeado a los soldados enanos. Su cola masiva había creado un terremoto que sacudió la montaña y su ardiente aliento era tan abrasador que lo había reducido todo a nada más que ceniza y polvo.

¿Dónde está?, te preguntarás. Está ahí… en el tesoro, enterrado en él, durmiendo. Pero estaba a punto de despertarse… porque fue en ese momento cuando se escuchaban risas. Pequeñas y alegres risas, como si alguien estuviera feliz. A medida que continuaban los sonidos, los montículos de oro comenzaron a moverse revelando poco a poco los inicios de una gigantesca cabeza de reptil… y mostrando un gran ojo cerrado. Como si aún estuviera dormido… un alto tono de risa resonó a través de los pasadizos y el ojo se abrió de golpe. Una pupila vertical miró alrededor de la sala y el dragón pudo oír un débil ruido. Smaug parpadeó lentamente mientras intentaba escuchar… esperando que solo estuviera en su mente… no… podía oír risas… sonaba como niños riendo. Smaug alzó poco a poco su enorme cabeza, liberándose completamente del oro, olfateó el aire recogiendo cada olor. Gruñó moderadamente… alguien había entrado en sus dominios… podía oler a dos jóvenes humanos, y se estaban riendo… ¿de qué? ¿Habrán robado algo de sus riquezas? Gruñía ferozmente ante la idea. Mirando las montañas de oro de su alrededor, Smaug examinó cada pieza, pues un dragón conoce de su botín hasta la última pieza, y enseguida vio que nada había sido robado. Aún así, tenía pequeños intrusos en sus dominios, y él se encargaría de que nadie volvería a ser tan estúpido como para invadir su territorio otra vez. Smaug levantó su enorme cuerpo a la vez que se sacudía todo el oro de su lomo, y olfateó el aire con el fin de ser llevado hacia donde estaban los niños. Empezó a dirigirse a la sala del trono, gruñendo de ira.

Si todavía no le habían robado, entonces estaban aquí con la intención de robar. ¿Por qué sino iban a venir? No importó, claro, ellos aún así lo pagarían.


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5 comentarios:

  1. Mal asunto... ¿Cómo se les ocurre a los padres NO contarles que había un dragón genocida (además de impresionante) viviendo en la montaña?

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    1. En mi opinión, creo que sus padres querían que la historia de la Montaña Solitaria fuera como un cuento de hadas para sus hijas, y no como una historia de terror. Porque no querían que sus hijas viviesen aterradas pensando que vivían cerca de la guarida de un dragón.

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    2. En realidad, captaba el razonamiento de los padres, pero dado como acabaron las cosas y sabiendo que sus dos hijas habían mostrado interés en ir allí y una de ellas era lo bastante lanzada para ir... Fue un poco estúpido de su parte. Pero eso viene con sus personajes...

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    3. Bueno, entonces los padres no eran muy avispados que se diga. A fin y al cabo, en "FROZEN", que aislasen a Elsa no era muy buena idea.

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    4. No hay más que ver "Cómo debería haber acabado Frozen".

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